El dejar fluir la mente aceptando con humildad lo cotidiano y viviendo con intensidad cada experiencia, como lo haría la mente de un niño, sin prejuicios…hace que las aguas del manantial cristalino de nuestra alma, esparza su fragancia y el elixir que todo lo sana…
Entonces estamos listos para emprender el gran viaje del alma hacia lo sagrado.