Querido Reyes Magos.
Hace muchos años que no
les escribo una carta. De las de verdad, digo. De esas que solía
redactar cuidadosamente y que metía en un sobre con el total
convencimiento de que Ustedes, al recibirla, iban a ponerse manos a la obra
para hacer mis sueños realidad.
Y llevo tanto tiempo sin
hacerlo porque me he dado cuenta de que para poder escribirles necesitaba
tener varias cosas en las que, durante muchos años, no he reparado: urgencia de
sueños por cumplir, fe ciega e ilusión.
A ver.
He sido buena, y he
obedecido a mis principios.
He hecho los deberes cada
día, y aunque algunas veces no iban bien del todo, los he presentado y esperado
paciente la correspondiente regañina.
Pero también tengo que
advertir a Sus Majestades de que me merezco un poco de carbón (si ellos lo ven
conveniente). Porque no he prestado apenas atención a mis amigos, ni a mis padres,
ni a mis hijos, ni a mis hermanos. Sobre todo, he estado trabajando y
estudiando. A veces, también se me ha pasado por alto sonreír en la mañana y
saludar a todo el que me encontraba por las escaleras, aunque fueran las siete.
Y lo peor de todo: me he llegado a acostumbrar a tener tanta suerte en algunas
cosas, que he tomado la manía de sólo quejarme por las cosas malas o
que me faltan, desdeñando el resto y que hacen posible lo demás.
Ahora que lo pienso,
“buena” lo que se dice “buena”, no he sido. Porque a veces me he olvidado hasta
de mí misma.
Aún así, creo que me
merezco lo que les pido (si mal no recuerdo, también había que justificar el
pedido) porque no he desistido de lo que prometí a todas las personas que me
quieren (aunque algunas ya no estén en este mundo) y a mí misma: cumplir mi
sueño. Mi palabra sigue en pie.
Y también hay muchas
personas que este año, más que nunca y aunque ni siquiera lleguen a enviarles
sus cartas, se merecen que sus sueños se hagan realidad. Porque de verdad les
digo que no piden tanto. Piden incluso menos de lo que se merecen. Y ellos se
han portado incluso mejor que yo, porque han estado haciendo los deberes de
todos los que hicieron mal los suyos.
En caso de que no pudieran
atender las peticiones de todos (y aquí va mi primer deseo) les ruego que tomen
en cuenta, primero y sobre todo, las de ellos.
Necesitaría un poco de
paciencia. Me consta que también es un bien escaso y que los que han sido malos
han malgastado mucha de la que había para repartir, pero yo la necesito.
Y si pudiera ser también
algún halago, mejor que mejor.
También estaría muy
agradecida si me pudieran traer un poco de serenidad, concentración y
persistencia. Esto último, todo junto y revuelto, por favor. Ya sé que me lo
hicieron llegar el año pasado sin ni siquiera pedírselo, pero es que me ha
venido muy escaso para todo el año. Pero si no pueden, no pasa nada. Me
conformo con las ganas.
Y por último, me gustaría
pedir chocolate. Sí, entiendo que no es nada del otro mundo. Pero es que no he
vuelto a probar otro más rico que el que me traían Ustedes justo antes de que
dejara de escribirles.
Les deseo una muy buena
noche y mejor viaje, y como siempre, sepan que les he dejado agua justo debajo
de la ventana (por si tienen sed los camellos) y tres copitas por si quieren
servirse anís o coñac (que la noche estará muy fría).
Espero que puedan perdonar
a toda la gente que, como yo, hemos dejado alguna vez de escribirles nuestras
cartas. En cambio, les prometo que a partir de ahora les escribiré cada año, y
no sólo para pedirles cosas, sino para mantenerles informados de en qué, he
invertido todo aquello que me trajeron.
Atentamente.
Guadalupe