EL PROBLEMA DE LOS OTROS
Autor: Paulo Coelho
Erase una vez una sabio muy conocido que vivía en una montaña del Himalaya.
Cansado de convivir con los hombres, había optado por una vida sencilla y pasaba la mayor parte de su tiempo meditando.
Su fama, no obstante, era tan grande que las personas estaban dispuestas a caminar por estrechos senderos, subir colinas escarpadas o vadear caudaloso ríos solo para conocer a aquel hombre santo, al que creían capaz de resolver cualquier angustia del corazón humano.
Este sabio, como era un hombre muy compasivo, no dejaba de dar un consejo aquí y otro allá, pero procuraba librarse cuanto antes de los visitantes no deseados.
A pesar de todo, estos aparecían en grupos cada vez mayores y, en cierta ocasión, una multitud se agolpo a su puerta diciendo que en periódico local se habían publicado bellas historias sobre el y que todos estaban seguros de que sabia como superar las dificultades de su vida.
El sabio no dijo nada; les pidió a todos que se sentasen y esperasen.
Pasaron tres días y no paraba de llegar gente.
Cuando ya no quedaba espacio para nadie mas, el se dirigió a la muchedumbre que esperabas frente a su puerta:
-Os voy a dar la respuesta que todos queréis.
Pero debéis prometerme que, a medida que vuestros problemas se solucionen, les diréis a los nuevos peregrinos que me fui de aquí, de manera que yo pueda continuar viviendo en soledad que tanto anhelo.
Los hombres y las mujeres presentes hicieron un juramento sagrado; si el sabio cumpliese lo prometido, ellos no dejarían que ningún otro peregrino subiese a la montaña.
-Contadme vuestros problemas
-pidió entonces el sabio.
Alguien comenzo a hablar, pero fue inmediatamente interrumpido por otras personas, ya que sabían que aquella era la ultima audiencia publica que el hombre santo daría y temían que no tuviera tiempo de escucharlos a todos.
A los pocos minutos, la situación ya era caótica; multitud de voces gritando al mismo tiempo, gente llorando, hombres y mujeres arrancándose los cabellos de desesperación ante la imposibilidad de hacerse oír.
El sabio dejo que la escena se prolongase un poco mas y por fin gritó:
-¡Silencio!
La multitud enmudeció inmediatamente.
-Escribid vuestros problemas y dejad los papeles aquí, frente a mi.
Cuando todos terminaron, el sabio mezclo todos los papeles en una cesta, pidiendo a continuación:
-Id pasando esta cesta de mano en mano y que cada uno saque un papel y lo lea.
Entonces podrías cambiar vuestro problema por el que os ha tocado o pedir que os devuelvan el papel con el problema que escribisteis originalmente.
Todos los presentes fueron tomando una de las hojas de papel, la leyeron y quedaron horrorizados.
Sacaron como conclusión que aquello que habían escrito, por muy malo que fuese, no era tan serio como lo que afligía a sus vecinos.
Dos horas después intercambiaron los papeles y cada uno volvió a meter en su bolsillo su problema personal, aliviado al saber que su aflicción no era tan dura como se imaginaba.
Aprendieron la lección, bajaron la montaña con la seguridad de que eran mas felices que los demás y, cumpliendo el juramento realizado, nunca mas permitieron que nadie perturbase la paz de aquel hombre santo.