¿QUÉ ES EL ESPIRITISMO?
Introducción al conocimiento del Mundo Invisible por las manifestaciones de los espíritus
Autor: Alan Kardec
PARTE I
En el año 1848, llamaron la atención en los Estados Unidos de América diversos fenómenos extraños, que consistían en ruidos, golpes y movimientos de objetos sin causa conocida.
Estos fenómenos, con frecuencia, tenían lugar espontáneamente con una intensidad y persistencia singulares; pero se notó también que se producían, más particularmente, bajo la influencia de ciertas personas que se designaron con el nombre de médiums.
Quienes podían, hasta cierto punto, provocarlos a su voluntad, lo que permitió repetir los experimentos.
Con preferencia se servían de mesas, no porque este objeto fuese más a propósito que otro, sino únicamente porque es movible, más cómodo y porque podemos más fácil y naturalmente sentarnos junto a una mesa que junto a cualquier otro mueble.
Se obtuvo de este modo la rotación de la mesa, después movimientos en todas direcciones, saltos, caídas, elevaciones, golpes violentos, etc.
Este fenómeno fue designado, en un principio, con el nombre de mesas giratorias o danza de las mesas.
Hasta aquí el fenómeno podía explicarse perfectamente por una corriente eléctrica o magnética, o por la acción de un fluido desconocido, y ésta fue la primera opinión que se formó.
No tardó en reconocerse, en estos fenómenos, efectos inteligentes de manera que los movimientos obedecían a la voluntad; la mesa se dirigía a la derecha o a la izquierda de una persona determinada, se levantaba, cuando se le mandaba, sobre uno o dos pies, daba los golpes que se le pedían, marcaba el compás. etc.
Quedó probado desde entonces.
Con evidencia, que la causa no era puramente física, y según el axioma de que si todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, se dedujo que la causa de este fenómeno debía ser una inteligencia.
¿Cuál era su naturaleza?
Esta era la cuestión.
El primer pensamiento fue que podía ser un reflejo de la inteligencia del médium o de los asistentes, pero la experiencia demostró muy pronto la imposibilidad de que así fuese, porque se obtuvieron cosas completamente ajenas al pensamiento y conocimiento de las personas presentes, y hasta en contradicción con sus ideas, su voluntad y sus deseos; no podía proceder sino de un ser invisible.
El medio de cerciorarse de esto era muy sencillo: se trató de entrar en conversación con
aquel ser, lo que se hizo por medio de un convenido número de golpes que significaban sí o no o designaban las letras del alfabeto, y se obtuvieron de este modo respuestas a las diferentes preguntas que se le hacían.
Este fue el fenómeno que se designó con el nombre de mesas parlantes.
Preguntados todos los seres que se comunicaban de este modo sobre su naturaleza, declararon ser espíritus y pertenecer al mundo invisible.
Habiéndose producido los mismos efectos en un gran número de localidades, por medio de diferentes personas, y siendo observados, además, por hombres muy respetables y muy ilustrados, no era posible que fuesen juguete de una ilusión.
Este fenómeno, desde América, pasó a Francia y al resto de Europa, y durante algunos años, las mesas giratorias o parlantes estuvieron de moda, llegando a ser la diversión de los salones.
Luego, el fenómeno presentó un nuevo aspecto que le hizo salir del círculo de simple curiosidad.
Las comunicaciones por golpes eran lentas e incompletas; se notó que adaptando un lápiz a un objeto movible, como una cestita, tablita u otra cosa sobre la cual se apoyaban los dedos, se ponía el objeto en movimiento y trazaba caracteres.
Más tarde, se reconoció que aun estos objetos no eran más que accesorios, de los cuales se podía prescindir.
La experiencia demostró que el espíritu, obrando sobre un cuerpo inerte para dirigirlo a su voluntad, podía tener acción del mismo modo sobre el brazo o la mano para conducir el lápiz.
Entonces se obtuvieron médiums escribientes, esto es, personas que escribían de una manera involuntaria a impulso de los espíritus, las cuales venían a ser de este modo instrumentos e intérpretes de los espíritus.
Desde este momento, las comunicaciones no tuvieron limites y el cambio de pensamientos pudo hacerse con tanta rapidez y extensión como entre los vivos.
Era, pues, un vasto campo abierto a la exploración, un descubrimiento de un nuevo mundo: el mundo de los invisibles, como el microscopio había hecho descubrir el mundo de los infinitamente pequeños.
¿Qué espíritus son éstos?
¿Qué destino tienen en el Universo?
¿Con qué fin se comunican con los mortales?
Tales fueron las primeras preguntas que se trataron de resolver.
Se supo muy pronto, por ellos mismos, que no son seres excepcionales en la Creación, sino las mismas almas de aquellos que han vivido en la Tierra o en otros mundos; que estas almas, después de haberse despojado de la envoltura corporal, pueblan y recorren el espacio.
No fue ya lícito ponerlo en duda cuando entre ellos se reconocieron parientes y amigos, con los cuales se pudo entablar conversación, al venir a dar pruebas de su existencia, a demostrar que sólo muere el cuerpo, que el alma o espíritu vive siempre; y nos hicieron comprender que están aquí a nuestro lado, como durante su vida, viéndonos, observándonos, rodeando solícitos a aquellos a quienes han amado y cuyo recuerdo es para ellos una dulce satisfacción.
CONTINUARA...