LA UTOPÍA DEL PROCURADOR DE LOS INDIOS
Autor: Eva Díaz Pérez
De acuerdo a Antonio de Remesal, quien fue su primer biógrafo, Bartolome de las Casas nació en Sevilla en 1474, pero las investigaciones de Helen Rand París y Harold E. Weidman de 1976, determinaron que la fecha más probable del nacimiento del fraile fue el 11 de noviembre de 1484 en Triana.
Siendo niño conoció a los Reyes Católicos, y a Cristóbal Colón, pues su padre Pedro de las Casas, participó en los viajes del almirante.
En 1499 tuvo la oportunidad de conocer a un indio, el cual fue traído por Colón y regalado a su padre como esclavo.
Las Casas estudió latín en Salamanca o Sevilla.
El sevillano Bartolome de las Casas recorrió durante 50 años la América recién conquistada.
Defendio los derechos de los indígenas.
El paz cazabí hecho de la raíz molida de la yuca, el llamado pan de los indios, es el sabor que recuerda con mas intensidad.
Pan cazabí por la mañana, por la tarde y al caer el sol.
El pan de los indios que calma el hambre.
Bartolome de las Casas suele cerrar los ojos y es entonces cuando siente mas intensamente ese sabor que acompaña sus recuerdos americanos.
No faltan muchos días para que el clérigo muera en Madrid.
Atrás queda una biografía llena de viajes al Nuevo Mundo y de tornaviajes al Viejo, de luchas, de contracciones, de revelaciones, de contemplación de momentos terribles.
Tratado de las doce dudas sera su ultima obra y no es mal titulo para cerrar su vida.
El cuerpo cansado del cronista y teólogo, autor de la brevisima relación de la destrucción de las Indias, siente en los huesos la memoria de tanto viaje:
Por la isla Española, la antigua Boriquen, el Yucatan, Cumana, Nueva España, Teluzutlan, Soconusco o Chiapas.
Son ríe al recordar como renuncio a ser prelado en la ciudad de Cuzco por ser lugar de opulencia y, en cambio, acepto el obispado de la diócesis de Chiapas porque era "la tierra mas pobre del mundo".
Sin embargo, no siempre tuvo tan claras las cosas, sino que en sus primeros viajes a las Indias gozo de encomiendas de indios, algo incompatible con su papel de sacerdote.
Hasta que tres escenas le revelan que algo tenia que cambiar que estaba bien que se poblara la tierra firme, pero sin derramar sangre y que había que anunciar el Evangelio, pero sin el estrépito de las armas.
La mirada andaluza de Bartolome de las Casas, hace que al describir las singulares camas de los indios diga que son "como randas bien artificiadas, de la hechura de los arneros que en Sevilla se hacen de esparto".
Y al observar los bosques de pinos en el Cibao "ralos, esparcidos y altísimos" tan bien compuestos le parece "como si fueran los aceitunos del Aljarafe de Sevilla.
La Sevilla, a la que regresa ya no es la misma.
Es una ciudad opulenta y codiciosa, con la mirada nublada por las riquezas.
Una mirada que ya no conoce bien el clérigo que nada tiene que ver con la del joven que se embarco a las Indias y que creyó que llegaba al paraíso.
Pronto se dio cuenta de que donde estaba el paraíso también residían todos los infiernos, las crueldades que el denuncio y que servirían para alimentar la leyenda negra.
Razón por la que años mas tarde sus libros y su memoria serian injustamente silenciados durante largo tiempo.
Tendría que llegar el siglo XIX para que Bartolome de las Casas tuviera calle en su ciudad natal, la Sevilla de la que ya no quedaban apenas restos de la pasada gloria y que colocaba una placa en Triana (Sevilla) en recuerdo del procurador de los indios y poco después una calle con su nombre en memoria de uno de sus hijos mas ilustres.