Las divinidades femeninas determinaban el
comportamiento cotidiano y la moral de las mujeres precolombinas
Tlazolteotl con escobas en las manos. Era la diosa
que eliminaba del mundo el pecado y la diosa más relacionada con la sexualidad.
Cortesía Miriam López
La vida femenina en Mesoamérica era presidida
por diosas o patronas. Deidades protectoras y de carácter maternal ligadas al
hogar, la tierra, la noche, la sexualidad, la fertilidad y la fecundidad, cada
una determinaba, en gran medida, el comportamiento cotidiano y moral de la
mujer prehispánica.
En los mitos, en los códices, esculturas o pinturas
es común ver a las diosas representadas con elementos relacionados con las
actividades atribuidas a las mujeres.
La mayoría de las diosas, comenta la arqueóloga
Miriam López, “muestra el modelo deseable para las mujeres, al ser mostradas
con implementos de hilado, tejido, exaltando la idea de que las mujeres son las
encargadas de los mantenimientos, los alimentos para que la sociedad
sobreviva”.
Las historiadoras María de los Ángeles Ojeda Díaz y
Cecilia Rossell también aseguran que las diosas veneradas en Mesoamérica
“modelaban la actitud mental de la mujer y determinaban el modo en que cada una
debía comportarse en todos los actos de su vida”.
Tanto en la concepción mexica, como en la maya, se
compartió el interés primordial por enfatizar la fertilidad humana-vegetal en
las diosas, así como los mantenimientos que provenían de las mujeres como
“seres nutricios”.
Otro de los aspectos que resalta en las
representaciones de las diosas y mujeres mexicas y mayas es su contribución
económica mediante el tejido e hilado, añade Miriam López, autora del libro De
mujeres y diosas aztecas.
Así, en el caso de las deidades femeninas mexicas
relacionadas con la agricultura, con la tierra y sus frutos, destacan Xilonen y
Chicomecoatl (maíz tierno y maíz maduro), Mayahuel (maguey), Huixtocihuatl
(sal), Chalchiuhtlicue (agua), Iztaccihuatl (montañas) y Xochiquetzal (flores).
Mientras que, entre las divinidades de la fecundidad-maternidad estaban:
Omecihuatl, la gran creadora de la que surgen dioses y hombres; Toci, “Nuestra
abuela”; Teteoinnan, “Madre de los dioses”; Coatlicue, madre de Huitzilopochtli;
Tonacacihuatl, “Mujer de nuestro sustento”, principal nodriza de la población;
Oxomoco, primera mujer creada de la que surgió el resto de la raza humana;
Cihuacoatl, diosa invocada en los partos difíciles; Tonantzin, “Nuestra madre”;
Yoalticitl, patrona de los partos; Tlazolteotl, la gran paridora; y las
cihuateteo, mujeres divinizadas que murieron en su primer parto.
A estas deidades se les suman las vinculadas con
otros aspectos, como el sexual (Xochiquetzal y Tlazolteotl), el bordado y el
tejido (Xochiquetzal, Mayahuel, Tlazolteotl y Toci) y el hogareño (Chantico).
De acuerdo con la arqueóloga Miriam López, estas últimas
fueron “númenes extranjeros adoptados en el peregrinar mexica hacia el centro
de México, tradiciones provenientes de otros pueblos que con el paso del tiempo
fueron asimiladas y terminaron mimetizándose con la tradición azteca-mexica”.
Ojeda Díaz y Cecilia Rossell, que en su texto Las
diosas en los códices del Grupo Borgia analizan la función religiosa de ocho
diosas representadas en este documento antiguo escrito en Puebla, años antes de
la Conquista ,
destacan la importancia que se les da a las diosas Tlazolteotl y Xochiquetzal,
las cuales representaban “los modelos divinos que regían a la mujer madura y
joven respectivamente, y en sentido más amplio, a los mitos femeninos que
describen los momentos más íntimos de una mujer, su sexualidad, concepción y
alumbramiento”.
De cuidadoras a provocadoras
En el caso de las diosas mayas, Miriam López
comenta que la diosa Madre maya está vinculada con la tierra, pero también con
la luna. En su aspecto juvenil recibe el nombre de Diosa I o Ix Chel; en su aspecto
senil se le conoce como Diosa O, también llamada Ix Chebel Yax.
“Son divinidades de la fertilidad, númenes
solícitos, maternos, sexuales y fecundos, dadoras de vida, señorean el agua,
los ciclos vitales. Pero también provocan o curan enfermedades y proveen el
agua para la vida o la retiran provocando la muerte”, explica la especialista.
Existe además otro grupo que, por sus atributos de
diosas rebeldes, destructivas y hostiles, fueron consideradas como un
“antimodelo”, pues “en los mitos se justifica la marginación de las diosas y,
por tanto, de las mujeres de los ámbitos públicos: política, religión y
guerra”.
En esta categoría se ubican las hermanas de
Huitzilopochtli, Coyolxauhqui y Malinalxochitl, quienes, según los mitos,
quisieron retar el poder de su hermano y cuestionar su liderazgo, ante lo cual
él terminó arrojando del Coatepec (Cerro de la serpiente) a la primera y
abandonando a la segunda en Malinalco.
“El mito de Coyolxauhqui representa la exclusión de
las mujeres del poder político; el de Malinalxochitl es símbolo de la
marginación femenina de la estructura religiosa.
Pese a la importancia que las diosas pudieron
poseer, por estar vinculadas con la Madre Tierra , según las especialistas, su culto
se vio opacado en las sociedades estatales por el culto guerrero.
“En las religiones estatales y bélicas como la
mexica ya no se les dio una importancia primordial a las diosas. Las
divinidades femeninas necesitaron siempre de un dios acompañante con los mismos
atributos pero con mayor radio de acción”, dice López, quien asegura que de los
144 nombres nahuas que corresponden a dioses distintos o sus advocaciones, sólo
una tercera parte la constituyen las diosas. (El Universal)