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miércoles, 10 de febrero de 2010

EL FLORECIMIENTO DE LA INTELIGENCIA

EL FLORECIMIENTO DE LA INTELIGENCIA
Vimala Thakar
Hay algo gracioso en la especie humana: su falta de amor e interés por el acto de vivir. Los seres humanos pueden pasar en este planeta cincuenta, sesenta o noventa años sin amar la vida ni el acto de vivir, al igual que sin amar al planeta mismo. Y donde no hay amor, no puede haber reverencia, ni puede haber respeto. Por eso, los seres humanos se manejan al azar, con torpeza y tosquedad, en lo físico, en lo verbal y en lo psicológico, a través de los hechos de la vida, durante años y años. Ya resulta habitual vivir desordenadamente en el nivel físico. La gente se comporta muy estúpida y desordenadamente, incluso después de saber que la estructura física concluirá impredeciblemente algún día. El desorden es fealdad. ¡Es tan raro cuidar el cuerpo, alimentarlo como corresponde en las horas adecuadas, vestirlo con decencia y estética, cubrirlo debidamente sin mimarlo con goce sensual o placer sexual, o sea, tener una conducta limpia, sana e inteligente en el nivel físico!
Un indagador solicita un enfoque holístico -totalizador- de la vida. La vida -homogénea y total- es santa. Es sagrada.
No podemos darnos el lujo de jugar con ella, de tomarla a la ligera, con indiferencia, sin esmero. Es sabido que la falta de esmero y el desorden son realmente un pecado contra la vida. ¡La vida es tan preciosa! Ser religioso es tener una actitud holística. Nada puede ser descuidado o ignorado. Cuando se tiene una relación inteligente con el cuerpo, cuando se lo alimenta, viste, cubre y ejercita adecuadamente, existe lo que llamamos salud y belleza.
Cuando a la estructura física la cuidamos así, ya no nos preocupan todo el tiempo las cuestiones de la dieta, la ropa y la casa. Tenemos una relación sana e inteligente y todo eso termina. Quien piensa todo el tiempo en su cuerpo es incapaz de hacer otra cosa. A quien está obsesionado por los goces físicos y sensuales y preocupado por procurarse los medios y facilidades para los goces físicos, no le quedan tiempo ni energía para hacer otra cosa en su vida. Por eso, un indagador organiza adecuada y ordenadamente su vida; entonces, está libre de todo aquello.
Al desorden hay que eliminarlo también en el nivel verbal. Una mentira es un desorden verbal. La hipocresía es un desorden verbal. No podemos permitirnos ser descuidados en el hablar. ¿O es que no se hace eso? Se quiere decir una cosa y, se dice otra. Se piensa algo y se hace otra cosa. ¡Qué feo desorden! Es necesario crear un orden bello en el nivel verbal: decir lo que uno quiere decir y hacer lo que uno dice. Un género de relación armónica entre la motivación, las palabras y los actos. La religión requiere esta actitud holística. Uno no puede decir: "Estoy ocupadísimo indagando sobre religión y meditación. No tengo tiempo para lo verbal y lo físico". A la vida no se la puede fragmentar. La vida es una totalidad homogénea. No es fragmentable. Es indivisible; fragmentar la vida es un pecado, un delito contra la vida.
Ahora bien, si cuidamos esto, entonces procedemos a crear un orden en esta estructura del pensamiento que, neurológica y químicamente, se mueve dentro de nosotros todo el tiempo. Cuando ponemos en orden a la estructura del pensamiento y nos educamos para comportarnos adecuada, eficiente, bella e inteligentemente a través de ese movimiento del pensamiento, entonces no es necesario que nos preocupemos por la estructura del pensamiento todo el tiempo. No necesitamos perder nuestro tiempo jugando con la memoria del pasado o tener tratos con la idea del futuro. Así como no estamos preocupados todo el tiempo con el cuerpo, del mismo modo la limitada estructura del pensamiento, compuesta por conocimiento, memoria y experiencia no nos mantiene preocupados todo el tiempo.
La observación y la intelección del movimiento mecánico y repetitivo del pensamiento y de la memoria disuelve todo el orgullo y toda la vanidad acerca del pensamiento: sus valores, leyes, criterios y preferencias. Un grabador no siente orgullo ni vanidad cuando reproduce lo grabado. ¿Qué es el pensamiento sino la reproducción de la memoria, la reproducción de las experiencias y los condicionamientos? La estructura de los valores, las evaluaciones, las preferencias y las pautas reactivas que alimentaron nuestros sistemas neurológico y químico, año tras año y siglo tras siglo, se repiten para nosotros en el movimiento de la relación. Eso es lo que ocurre.
Por ello, siempre y cuando uno haya observado la naturaleza repetitiva y mecánica, la limitación de la estructura del pensamiento y su comportamiento neuroquímico en su cuerpo, entonces no se plantea la cuestión de ser propenso a esto o de identificarse con esto. Uno no se identifica con una computadora electrónica. Del mismo modo está funcionando dentro de uno este aparato electromagnético; uno sabe qué es y lo usa apropiadamente. Siempre y cuando esto se entienda mediante la observación personal del hecho, entonces el movimiento del pensamiento se ejercita cuando es necesario y está en suspenso cuando no lo es.
Cuando no hay identificació n, cuando no hay propensión, entonces no hay orgullo ni vanidad al respecto; el movimiento del pensamiento permanece espontáneamente firme, en suspenso, en un estado de no movimiento. No entiendo por qué la gente crea el problema de cómo silenciar a la mente, de cómo relajarla. La mente jamás se relajará mientras estemos apegados emocionalmente a ella, mientras nos preocupemos por ella. No se la puede obligar a silenciarse, sea lo que fuere lo que hagamos. Si advertimos esto y, en tanto no haya preocupación por el movimiento mental, entonces se relaja toda la estructura del pensamiento, o sea, el sistema neurológico del cuerpo. No sólo durante el sueño sino también durante las horas de vigilia, podrá estar tan relajado o incluso más que en las horas de sueño. Adviertan esto. Estoy compartiendo con ustedes mi propia sangre. No les estoy sirviendo ideas. Estas sesiones son, para quien les habla, actos de adoración, y si pueden usarse estas palabras, amor a raudales.
Por eso, cuando no hay identificació n con la estructura del pensamiento, el sistema neuroquímico que contiene los condicionamientos que llamamos pensamiento, memoria, conocimiento y experiencias está total e incondicionalmente relajado. Y debemos aclarar por qué usamos el término "incondicionalmente". Cuando la gente usa el silencio y la relajación como medios para adquirir experiencias ocultas y trascendentales, se trata de un silencio condicional. Existe el suspenso de la expectativa y esa expectativa tiene una sutil tensión. Cuando se da la tensión de la expectativa, no hay silencio. Por eso dijimos que, en el terreno de la relajación incondicional no hay expectativa, no se espera que ocurra nada, no hay cálculos sobre cuántas horas pasaron y qué sucedió. Tan sólo nos dejamos llevar. Lo limitado cumplió su cometido. Reparamos en aquello y lo usamos siempre que su movimiento esté justificado, pero tan pronto somos libres y no tenemos deberes ni trabajo que cumplir, estamos en esa relajación.
Si al organismo se le permite estar en esa relajación total, existe el maravilloso vacío de la consciencia. Entonces se pone en circulación la energía de la totalidad, de la totalización, que podría llamarse (en virtud de un diálogo verbal) "Inteligencia": la energía de la receptividad perceptiva, de la sensitividad perceptiva. No tiene condicionamientos ni contenido. La sensitividad perceptiva, que es la energía de la inteligencia, no tiene un contenido que se parezca a pensamiento, conocimiento o memoria. Es una consciencia libre de contenido. Es una energía incondicionada, si desean emplear esa expresión psicológica. Es una totalidad individualizada.
La individualidad sólo podrá florecer en la puesta en circulación de esa energía de la totalidad, de la sensitividad perceptiva, de la Inteligencia. Y habría un movimiento único de la totalidad a través del individuo, a través de la persona.
Exige una humildad formidable renunciar a todo esfuerzo mental y permitir que esta mutación se produzca en nosotros, permitir que este cambio abrupto de la energía, que este cambio abrupto de la consciencia se produzca en nosotros.
Así como en la Edad Media la gente tenía creencias, era muy crédula y creía en supersticiones, del mismo modo nosotros somos muy supersticiosos acerca del poder de la mente y del poder del pensamiento. Incluso después de haber visto intelectualmente qué son el mecanismo y la química de la mente, ¡de alguna manera creemos que es el esfuerzo de la mente y del yo el que producirá la transformació n! Esta es una superstición acerca del movimiento del pensamiento.
La gente emprende el viaje, investiga y explora con la ayuda de palabras y llega a las fronteras de la estructura del pensamiento. Investigar verbalmente no le causa molestias, pero cuando, tras una observación personal, llega a estar cara a cara con esta estructura del pensamiento, con las limitaciones de éste y con lo inapropiado de sus movimientos, de repente se siente frustrada: "¡Cielos, el pensamiento no puede hacerlo. Yo no podré hacerlo con esfuerzo alguno; ningún método, ninguna técnica, nada me va a ayudar!" y se siente atascada. Así como una persona de la Edad Media se trababa con la idea de que Dios estaba enojado con ella cuándo había tormenta y relámpagos, de igual modo, actualmente, y de manera ingenua, se sigue diciendo: "¡Ay, esta técnica no es de ayuda; este maestro no es de ayuda; déjeme acudir a otro!" Uno no se permite entrar en la inactividad. No se permite que tenga lugar en uno mismo la relajación incondicional. Se trata de un acontecimiento formidable: la relajación incondicional y total en la que la preocupación por el movimiento del pensamiento no existe.
Para que la meditación ocurra, para que el florecimiento de la inteligencia suceda, para que el florecimiento de la individualidad sobrevenga, es absolutamente necesario que no haya una preocupación psicológica por el movimiento de la estructura del pensamiento -que es el movimiento del "Yo", del "Mí", del "Ego"- siempre que no esté justificado en la relación.
¿Se dan cuenta que ésta es la primera vez que pronunciamos la palabra meditación? La meditación no consiste en practicar técnicas ni métodos. ¿Cómo podremos abrigar la ilusión de que meditar es estar sentado durante horas, entonar determinados mantras o concentrarse en algo? ¿Es que el "yo" puede meditar alguna vez? ¿Puede el ego, el yo, el mí, meditar alguna vez? Puede relajarse. Puede ponerse en un estado de ausencia de movimiento, en un estado de inmovilidad. Eso es hermoso. Pero hasta allí y no más allá. ¿Se dan cuenta de cómo hemos estado despejando el campo, para que se produzca la meditación?
Esa energía de la totalidad, puesta silenciosamente en circulación, es la flor de la Inteligencia, que tiene la fragancia, el aroma de la percepción consciente. Entonces, esa energía de la totalidad, esa energía de la percepción consciente, usa los mismos ojos y la misma vista para mirar al denominado mundo exterior. Pero en la calidad de esa percepción hay una frescura. Es la energía de esa Inteligencia, de esa flor de la no dualidad, que responde en las relaciones. La calidad de la relación, la calidad de la respuesta experimenta una transformació n radical. Por eso la religión es un modo holístico de vivir. Una indagación religiosa es una exploración de un modo enteramente nuevo de vivir, en el que se está libre de apego e identificació n.
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