"PIROMANCIA"
Autor: A.E. Waite
Las inteligencias elementales mas poderosas, puras y exaltadas eran las que habitaban en el fuego.
Las llamas sagradas y consagradas constituían el método mas perfecto de purgación mística.
Un fuego brillante y transparente era tan efectivo para ahuyentar los malos espíritus como para espantar las fieras en la fogata del campamento de los cazadores.
Todas las celebraciones religiosas han utilizado las llamas desde tiempo inmemorial y, desde luego, sería extraño que el fuego no estuviera totalmente relacionado con los misterios del arte adivinatorio.
Sin embargo, la piromancia es relativamente oscura, pues es esencialmente supersticiosa.
Se echaban sobre el fuego unos puñados de resinas en polvo, y si brotaba una llama brillante se deducía un buen presagio; una combustión lenta y humeante pronosticaba el infortunio.
Cuando se quemaba la víctima de un sacrificio se predecía el futuro observando el color de las llamas.
De vez en cuando, también, se situaba a una persona enferma delante de un gran fuego.
Si la sombra arrojada por su cuerpo era recta y se proyectaba en ángulos rectos respecto al fuego, se podía esperar confiadamente en su rápida recuperación, pero si caía sobre el suelo en ángulo oblicuo era señal de una muerte segura.
La observación de las antorchas encendidas también se practicaba en la antigüedad.
Se colocaban tres antorchas formando un triángulo, todas de cera fina.
Las vacilaciones de las llamas de derecha a izquierda predecían migraciones que se acercaban; las maniobras de enemigos secretos se manifestaban con volutas en espiral; una subida y bajada irregular presagiaba vicisitudes peligrosas.
Un brillo preponderante en una sola antorcha era señal de una fortuna imprevista; el chisporroteo estaba considerado un aviso de prudencia y una amenaza de reveses y de traición.
La formación de un punto extremadamente brillante en el extremo de una mecha anunciaba un éxito permanentemente creciente; la súbita extinción de una o más antorchas se consideraba especialmente desastroso para las personas que formulaban la consulta, así como para el mismo consultor.