Condesa húngara, vampira, de una extraordinaria belleza; se quedo viuda muy joven y se retiro a un castillo para vivir tranquila con la única preocupación de mantener intacta su belleza.
Un día, una vieja y horrible mendiga se presento en el castillo y pidio limosna con insistencia.
Como su tono no gusto a Elisabeth, que contemplaba la escena, ordeno a sus servidores que la echaran de malas maneras.
La vieja se alejo diciendo: "Un día, condesa, seras como yo".
Esta terrible frase y la visión de su rostro surcado de arrugas, la boca desdentada, los cabellos lacios, el cuerpo arrugado y descarnado y la piel seca y del color de las hojas marchitas desencadenaron en la condesa una terrible locura.
A partir de ese día, las salas del castillo dejaron de acoger a huéspedes galantes y fiestas magnificas.
Elisabeth se encerró en sus aposentos en compañía de su doncella y de un enano monstruoso.
Tenia que encontrar la manera de permanecer joven, debía existir un modo de conseguirlo.
De hecho, creyó haberlo encontrado.
Encargo a su doncella y al enano que llevan al castillo a las damas mas jóvenes de la región, y las salas del castillo se convirtieron en el escenario de horribles espectáculos.
Elisabeth bebía la sangre de las adoslescentes.
Empezaron a surgir rumores, pero nadie se atrevió a incriminar a la bella condesa, porque era demasiado rica y poderosa.
Fue el cura del lugar quien puso en marcha la maquinaria de la justicia.
Impresionado por la muerte de una jovencisima cantante de Budapest que había sido huésped de la condesa, se negó a celebrar el funeral hasta que las autoridades no hubieran descubierto la causa del fallecimiento.
Se hizo cargo de la investigación Georges Thurze, gran paladin de Hungria, que estaba al corriente de los rumores que corrían con respecto a la bella condesa.
No le hizo falta mucho tiempo para entrar en el castillo y descubrir la horrible verdad.
El enano, la doncella y otras personas, que, según se demostró, habían sido complices de la condesa por codicia, pagaron con su vida.
Quizás Elisabeth sufrió una pena mas terrible, fue emparedada viva en el castillo sin la posibilidad de tener el liquido vital que tanto necesitaba.
Aunque, según las crónicas de la época, las puertas del castillo habían sido tapiadas y los centinelas no habían permitido que nadie se acercara, extrañamente la condesa vivió tres años mas.
Murió en 1617.
Mirella Corvcaja