Ernest Wood Natural Theosophy –Sophia No.234 Sept 2008
Sergio Sinay Periodista y terapeuta gestáltico
PARTE II
Se forja en la infancia
La persona perfeccionista va enredándose en sus ilusiones de optimización, es alguien capaz de detallar perfectamente planes que no se cumplirán o, por el contrario, se convertirá en la crítica más severa de las acciones o las propuestas de otros, a las que nunca considerará aceptables, siempre habrá fallos, peros, imperfecciones….
Demasiado frecuentemente, el adulto perfeccionista fue un niño poco motivado, que recibió pocos halagos en su infancia.
La persona perfeccionista va enredándose en sus ilusiones de optimización, es alguien capaz de detallar perfectamente planes que no se cumplirán o, por el contrario, se convertirá en la crítica más severa de las acciones o las propuestas de otros, a las que nunca considerará aceptables, siempre habrá fallos, peros, imperfecciones….
Demasiado frecuentemente, el adulto perfeccionista fue un niño poco motivado, que recibió pocos halagos en su infancia.
Si revisamos su historia, acaso encontremos a alguien a quien siempre se le exigió algo más. Cuando lograba nueve se le pedía diez.
Y si, finalmente conseguía el excelente, no recibía mayores aclamaciones ni recompensas porque, después de todo, no había hecho sino lo que se le pedía.
Y que lo hubiera logrado no lo hacía merecedor de un elogio especial, puesto que había hecho algo que era posible.
Así se suele forjar una persona perfeccionista.
Así se suele forjar una persona perfeccionista.
A partir de una exigencia constante y desmedida desde su niñez.
También puede ser el producto de una baja valoración.
Puede ser alguien que ha aprendido desde pequeño a ser aprobado o recompensado por lo que hacía, y por cómo lo hacía, antes que por el simple hecho de existir.
Alguien que ha crecido pensando, porque lo ha experimentado en primera persona, que vales por lo que produces y no por lo que eres estará siempre sometido a la presión de lograr lo mejor, pero nunca quedará convencido de haberlo conseguido.
Olvidar el destino para disfrutar de la travesía
La exigencia tiene su foco de atención puesto sobre el resultado y desestima la importancia del proceso por el cual es posible llegar a aquel.
Olvidar el destino para disfrutar de la travesía
La exigencia tiene su foco de atención puesto sobre el resultado y desestima la importancia del proceso por el cual es posible llegar a aquel.
El resultado es lo único que importa y debe obtenerse sea como sea, sin dilaciones ni excusas.
Es como si una persona pretendiera llegar a su destino sin haber viajado y sin importar cuáles son los caminos y los medios de transporte necesarios para llegar.
Es como si una persona pretendiera llegar a su destino sin haber viajado y sin importar cuáles son los caminos y los medios de transporte necesarios para llegar.
Un perfeccionista relegará las circunstancias, las posibilidades…, no importan.
Cuando la exigencia alcanza su máxima intensidad, se cierran todas las posibilidades de aprendizaje.
Porque es durante el proceso –el camino que para el perfeccionista no tiene importancia- cuando se viven las experiencias que pueden convertirse en enseñanzas de vida.
Cuando ponemos el acento en los procesos, en los caminos que se recorren, vamos instrumentándonos, nos hacemos creativos, sopesamos alternativas.
Cuando ponemos el acento en los procesos, en los caminos que se recorren, vamos instrumentándonos, nos hacemos creativos, sopesamos alternativas.
Y, sobre todo, aprendemos la importancia que tiene el tiempo, el ingrediente esencial de todos los procesos de construcción y de transformación.
Podríamos decir que el perfeccionismo es una derivación deformada de la exigencia, su manifestación más extrema.
Podríamos decir que el perfeccionismo es una derivación deformada de la exigencia, su manifestación más extrema.
Tanto uno como la otra pueden provocar parálisis, incapacidad de actuar y tanto uno como la otra empiezan en la propia persona y se extiende hacia los demás.
CONTINUARA...