EL MISTERIO DEL HALLAZGO DE LA VIRGEN DE LA CANDELARIA
CANDELARIA (Tenerife)
En esta población se encuentra el precioso santuario de Nuestra Señora de Candelaria, que es sede de la patrona de las Islas Canarias y que data de 1958, puesto que un incendio arrasó el anterior templo durante el siglo XVIII.
En el se halla la imagen de la Virgen, que es una réplica de la original, y es aquí cuando comienza la historia.
La cruz de madera indica el lugar donde se apareció la Virgen.
En agosto del año 1392, en un lugar situado a unos 300 metros de la cruz de madera y conocido por los guanches como Chimisay (Piedras Blancas) se encuentra la ermita del Socorro.
Se dice que en aquellos tiempos andaban dos pastores de la zona con su ganado, y que de repente los animales se pararon en seco y no quisieron pasar por donde siempre lo habían hecho.
El pastor se acercó y pudo ver alzada la estatua de madera de la Virgen.
Llamó a su otro compañero, y con cierto miedo intentaron acercarse para ver que era; sin embargo, uno de ellos cogió una piedra para tirársela y ver que pasaba.
Al intentar lanzar la piedra, su brazo se paralizó instantáneamente.
Uno de ellos intentó arrancar un dedo a la Virgen con una piedra, pero la piedra en lugar de arañar la imagen saltó y cortó la mano del pastor.
Asustados, se lo comentaron al jefe del lugar, quien les mandó que se la trajeran.
Y aún con temores lo hicieron y comprobaron que, tras llevarla consigo, las heridas de la mano del pastor quedaron inmediatamente curadas.
Sin embargo, debieron hacer grandes esfuerzos para transportarla, puesto que, a los dos pasos, aquella pequeña imagen resultó ser tan pesada que los dos fuertes y rudos pastores necesitaron mucha ayuda para moverla.
Tras llegar a la morada del jefe guanche, colocaron la imagen en una cueva junto a su casa, lugar donde más tarde se construyó la ermita de San Blas, que acogía la famosa pila bautismal donde fueron bautizados los primeros guanches.
Las nueve estatuas que pueden verse en la plaza frente al santuario son las imágenes de los nueve meceyes que honraron a la Virgen María sin todavía ser cristianos.
P. Amorós.